El león rugía por las noches. ¿Por qué no hacerlo? ¿Qué le importaba que los otros leones durmieran y pudiesen despertarse cuando él sacudía la melena? Pero he aquí: llegó una hembra, hermosa como ninguna, y de ella se enamoró el león que era independiente y que jamás se había dicho: “No puedo hacerlo porque...”.
Y porque la leona podría despertarse, ya no volvió el león a rugir por la noche, ni a sacudir la melena.
¿Deseas algo? Pues de eso deseado eres esclavo. ¿Quién no desea algo? ¿Quién no es esclavo en la tierra?
¡Soledad! Yo me digo ahora: ¿el solitario eternamente tirado bajo un árbol? ¡Oh! ¡Has puesto, amada, a mi cuello, la cadena de tu risa...!
Fernando González, Pensamientos de un viejo (1916)
El león rugía por las noches. ¿Por qué no hacerlo? ¿Qué le importaba que los otros leones durmieran y pudiesen despertarse cuando él sacudía la melena? Pero he aquí: llegó una hembra, hermosa como ninguna, y de ella se enamoró el león que era independiente y que jamás se había dicho: “No puedo hacerlo porque...”.
ResponderEliminarY porque la leona podría despertarse, ya no volvió el león a rugir por la noche, ni a sacudir la melena.
¿Deseas algo? Pues de eso deseado eres esclavo. ¿Quién no desea algo? ¿Quién no es esclavo en la tierra?
¡Soledad! Yo me digo ahora: ¿el solitario eternamente tirado bajo un árbol? ¡Oh! ¡Has puesto, amada, a mi cuello, la cadena de tu risa...!
Fernando González, Pensamientos de un viejo (1916)
Jose F., gracias como siempre por tus comentarios.
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